Don Antonio es nacido en Caballito, para ser más exactos en la esquina sureste de José María Moreno y Rivadavia, donde hoy se encuentra la confitería Army.
Con la charla lenta, como ordenando los años y la memoria Don Antonio nos relató sus recuerdos de niñez:
«En 1903, mi padre Manuel González Barreiro inaugura el almacén y bar “El Destino”, ese fue todo un acontecimiento para los vecinos.
Cuando yo era chico la calle Rivadavia estaba pavimentada con tacos de madera que, cuando llovía se ensanchaban de tal manera que se levantaban de una forma que no permitía el libre desplazamiento de los carros y carretas. Después pasaba la cuadrilla municipal y tiraba alquitrán. Se imagina, los pocos comerciantes que había tenían que echar aserrín en los pisos de sus negocios, ya que sus clientes los ensuciaban con la brea pegada a sus zapatos.
Recuerdo que, hasta que se mudaron, venían a comprar las sirvientas de los Lezica; que tenían su quinta a pocos metros del negocio de mi padre. Era un lugar que me daba miedo, parecía la selva.
A pesar de mis temores, alguna vez me quedé parado junto a alguna mesa, donde un par de vecinos contaban historias de fantasmas y muertes en la quinta. Los cuentos me gustaban, pero después no quería pasar por delante de la quinta.
Cuando se construyó el subte “A” de Primera Junta a Plaza Miserere, la obra se hizo a cielo abierto, la compañía constructora, administrada por ingleses, contrataba a obreros que no tenían familia para que en caso de accidentes no pudieran reclamar la indemnización. Eran en su mayoría polacos y rusos que comían y tomaban sin límite de gastos en nuestro bar. Después, a la tardecita, pasaba el administrador de la compañía, un inglés, y pagaba lo que habían consumido los trabajadores.
Otro recuerdo que tengo de aquellas épocas es que todas las mañana yo salía a ver el desfile. Los cadetes de la Escuela de Policía, que ya estaba en Rosario y José María Moreno, desfilaban por ésta hasta Díaz Vélez; allí había unos terrenos donde hacían instrucción, luego volvían desfilando, al mediodía. Cuando iban y cuando volvían, los chicos del barrio marchábamos detrás de ellos.
Mi padre vendió el negocio y se instaló en Ambrosetti y Bogotá con uno igual pero más moderno.
Al principio fue muy duro porque papá había gastado mucha plata y no había tanta clientela; pero un día llego el circo Sarrasani al terreno de Matos en Avellaneda y Acoyte, y nos salvamos.
Yo tenía que ir todos los días a buscar los pedidos de los artistas. Estos eran todos alemanes y yo no entendía nada, entonces una vecinita mía, que era hija de alemanes me traducía los pedidos. Eran unos cien carros los que trajo el circo, imagínese la cantidad de trabajo.
Durante la charla, Don Antonio refresca más y más recuerdos del viejo Caballito: El colectivo, el tranvía eléctrico, el “Imperial” de dos pisos y las demoliciones de los palacios que poblaban el barrio.
Me parece mentira que todos esos campos y quintas ahora sean esas moles de cemento que nos rodean.»
Don Antonio se queda callado, nos despedimos para no cansarlo. Estamos seguros que sentado en la casa de su nieta sigue viendo la quinta Lezica y rememorando sus leyendas.
Testimonios de Antonio González Hermida
La misma esquina a mediados del siglo pasado
La misma esquina a principios del siglo pasado
Interior del Almacén «El Destino»
Antes de la Confitería Army (llamada originariamente Armani, tuvo que cambiar de nombre por que Armani estaba registrado) funcionó allí una casa de ropa y antes aún, una sucursal del Banco Alas.
Que les costaba mantener el diseño original de la confiteria, no?
El bofe moderno que tenemos ahora es mediocre al lado de lo que había antes.
Y asi toda la Avenida Rivadavia de Caballito, mutilada por torres de los años 70 que son en su mayoria un asco.
Muy buena y emotiva la nota a Don Antonio.
La foto de la garita me recuerda mi niñez y el haber cruzado esa esquina muchas veces. Lástima que esas moles se tragan la «historia»
EDU
Por casualidad ví este artículo y no puedo negar la nostalgia que me produjo…ese era mi barrio yo vivia en J.B.Alberdi y E. Mitre. Desde el «paseo» por Rivadavia hasta el Parque Rivadavia, en esas noches de verano y despues de cena, en familia…(por supuesto helado de por medio). Las primeras salidas «nocturnas», con los amigos del barrio… ya teníamos el lógico interes de ver a la chicas del Normal 4. La Plaza 1ra. Junta, Confiteria El Greco, El Mercado del Progreso, la farmacia Gonzalez y no podía faltar la PIZZERIA LA CUMBRE…cuantas porciones de pizza con el gusto de hacerlo con los amigos de toda la vida…más de uno se va a acordar de todo esto (años 55;56).
Bueno no puedo dejar de recordar al Bar Caballito, practicamente en la esquina de mi casa…y Ferro con las noches de Spidvai (así de mal escrito y Midges)…QUE HERMOSA EPOCA!!!!! Tan lejana en el tiempo y tan cercana en el recuerdo….Hoy estoy muy lejos de ese lugar pero en un lugar de privilegio en el corazón…
Viví en cerca de esa esquina entre 1981 y 1982 en Ambrosetti y Bogotá, suficientes para enamorarme del barrio. Aunque boquense, todos los domingos me iba caminando hasta la cancha de Ferro para ver a la «locomotora» de Griguol. Y los sábados me iba a escribir a los bares «El Parque» o «El Águila». Me enorgullecía saber que en el primero habían parado Rberto Arlt y Baldomero Fernández Moreno, vecino del barrio. En el Parque Rivadavia dí mis primeros besos, vigilados por la mirada de algún «cana». Y en Yerbal y la continuación de Eleodoro Lobos había unas viejas casonas que parecían muy antiguas, luego las demolieron y no se pudo salir más por esa callecita hasta Rivadavia. (¿alguien sabe cómo se llamaba?). Lindos recuerdos.