Mercedes tiene flamantes 85 años, elegante y coqueta, nació en julio de 1926 en el barrio de San Nicolás. Dos años más tarde sus padres, inmigrantes españoles, se mudaron a Caballito. Nunca más se movieron del barrio.
Este es el relato, para Horizonte, que nos hizo de sus recuerdos de Caballito.
“Mis padres alquilaron, a unos asturianos, una pieza con cocina de madera, en el patio del fondo de una larga casa “chorizo” en el Pasaje Bernal que, todavía era de tierra con zanja al costado de la vereda de ladrillos. En verano se podían escuchar los grillos y las ranitas. Había muchas calles de tierra en Caballito y, también muchas quintas llenas de árboles.
Recuerdo que, para ir al baño, en invierno, nos poníamos el tapado, porque había que salir al patio.
Mi papá, Ovidio, había conseguido trabajo en las Grandes Panaderías Sudamericanas.
Años más tarde le cambiaron el nombre por el de: Panificacion Argentina. La dirección era Canalejas 753. ( Hoy Felipe Vallese). Esa era una de las direcciones porque en verdad era un edificio enorme que abarcaba casi una manzana, dividida por Canalejas.
En la nueva casa, mi papá estaba a una cuadra del trabajo.
Me acuerdo que, a veces, me llevaba a la fábrica y podía ver las grandes máquinas donde hacían el pan. Siempre me convidaban con los bollitos dulces, que allí salían calentitos.
Mi padre había aprendido el oficio de panadero en su pueblo, Abadín, en Galicia. Allí un tío suyo tenía una panadería, y papá, comenzó a trabajar a los 7 años en la cuadra.
Luego, en 1919, a los 20 años vino para la Argentina. Aquí comenzó a trabajar en una panadería de unos paisanos suyos en la calle Catamarca. Trabajaba toda la noche en la cuadra y por la mañana hacía el reparto. Dormía en una piecita en el fondo de la panadería.
Allí conoció a María Eugenia, una empleada de la panadería que, era de Pastoriza, un pueblo vecino al de él en Galicia. En 1925 se casaron y yo llegué en 1926.
En 1928 mi papá se presentó en la Panificación y lo tomaron. En aquella época era el único panadero que no era belga. Trabajaba de noche y hacía las baguettes y el pan negro.
Al principio tuvo problemas con sus colegas belgas, ya que estos casi no hablaban castellano. Luego, poco a poco fue aprendiendo algunas palabras e francés y se fue haciendo “canchero” en el uso de las máquinas.
El famoso “pan lactal” lo elaboraban sólo los belgas. Los maestros y ayudantes de otros países o argentinos, tenían prohibido el acceso al lugar donde se hacía ese pan. Se ve que querían mantener en secreto la receta de ese pan que, era el único en Argentina.
Aparte del pan y las facturas que papá traía a casa, la empresa tenía un gran almacén para los empleados. Allí se podía comprar de todo y se lo descontaban del sueldo.
Cuando iba al colegio, mis compañeras se peleaban para venir a tomar la leche a casa. Les encantaban las facturas y los bollitos de la Panificación.
También les daban una hermosa revista llena de fotos y dibujos que publicaban para los empleados. Todavía tengo unos números guardados.
Otra cosa que me gustaba era ir a ver los caballos y las mulas. Me llevaba, los días que no trabajaba, a eso de las cinco de la tarde empezaban a llegar los carritos rojos que entraban por la esquina de Canalejas y Colpayo. Les desataban los caballos y los llevaban a las caballerizas. Los cepillaban y los lavaban, antes de darles de comer. Eran todos muy mansitos y se dejaban acariciar. Yo les llevaba azúcar o manzana, eso les encantaba. Las mulas eran más malas y te podían morder.
A veces, los conductores de los carritos me dejaban tocar el cornetín, pero, había que soplar muy fuerte para que sonara, y yo era muy chiquita.
Al principio, los hornos eran a leña, luego se compraron hornos a gas. Mi papá comentaba, en casa, que el pan ya no tenía el mismo gusto. La verdad, yo nunca lo noté.
Después de diez años trabajando allí, papá llegó a ser el encargado de la cuadra. Me acuerdo que le dieron un premio por no haber faltado un solo día.
En esa época mis padres habían ahorrado algo de dinero y se pudieron comprar una casita en la calle Planes. Creo que también sacaron un crédito.
Era una época diferente a la de ahora. Con el trabajo de mi papá sólo, pudimos tener nuestra propia casa. Hoy mis nietos no pueden llegar a fin de mes con los sueldos de la pareja y, ni sueñan con comprarse una casita.
En la casa de Planes nació mi hermana Obdulia, cuando yo tenía 12 años. Un regalo para toda la familia. Todos nos encargamos de malcriarla.
En 1950 me casé. Todavía tengo algunas piezas de la vajilla para 24 personas que me regaló la Panificación. Fue todo un homenaje a mi padre. Entre los compañeros de mi papá, juntaron para comprarme toda la batería de cocina. Tenía hasta un sartencito para hacer huevos fritos. Ese me queda, hoy, junto a una olla.
Recuerdo que, la fiesta de casamiento se hizo en la casa de mis padres porque tenían un enorme patio al fondo. Estuvieron todos sus compañeros de trabajo y también vinieron los jefes, hasta dos gerentes. Lo querían mucho a mi papá.
Hizo un asado. En verdad lo hizo “Tucho” un compañero de trabajo. El pan era todo de la panificación y, la torta de casamiento también. Me la regalaron los compañeros de papá que, la hicieron en la cuadra.
Otra cosa que tenía la empresa eran consultorios médicos y de dentistas. Muchas veces mi mamá nos llevaba a mi y a mi hermana a atendernos allí.
Para los empleados y su familia la atención era gratis. Con el tiempo me di cuenta que, La Panificación, era una empresa modelo y tenía muy bien a sus empleados.
Hubo compañeros de mi papá a los que la misma empresa les dio créditos para comprarse la casa. Hoy ya no existe nada parecido.
Años más tarde sacaron una marca de leche propia, la marca era Clamor, si no me acuerdo mal. Tenían sus tambos proveedores exclusivos. Esa leche era recomendada por los médicos para los chicos.
Muchos de nuestros vecinos trabajaban en la empresa. Tenía casi mil empleados, hasta trabajaban herreros, carpinteros, electricistas, etc. Todo, hasta los carritos, se hacía allí mismo.
En 1958, cuando papá cumplió 30 años en La Panificación, le hicieron un homenaje y le regalaron un diploma y un reloj muy caro. Me acuerdo que como mi mamá había fallecido dos años antes, yo y mi hermana lo acompañamos y, las palabras que dijo uno de los directores nos hicieron llorar mucho.
Mi papá se jubiló en 1964, también le hicieron una cena de despedida en un restaurant muy fino que se llamaba “La Emiliana”. Allí le regalaron una plaqueta que, todavía tengo sobre mi cómoda.
Hoy vivo todavía cerca de donde estuvo La Panificación. A veces alguno de mis nietos o mis nueras me acompañan a pasear a la placita Sabattini.
Mirando los paredones que todavía están en pié, vuelvo a mi infancia. Toda mi niñez y mi juventud estuvo ligada a esa enorme empresa. Puedo asegurar que sólo me dio momentos de inmensa felicidad.
Cuando se hacen las cinco de la tarde, me veo de la mano de mi papá, por Canalejas (no me voy a acostumbrar nunca en llamarla Vallese), yendo a ver los caballitos y los carritos rojos que van entrando, al paso, por el enorme portón” Hasta me parece escuchar el cornetín y a los chicos de la cuadra gritando “¡Llegó La Panificación!”.
Nostalgias de una vieja. ¡Qué le van a hacer!”
Hermosos recuerdos, mi mamá siempre me cuenta del carrito que pasaba por su casa y le compraban pan y facturas.
Me encantan las notas que hablan de la historia del barrio.
HERMOSA HISTORIA
la direccion que tenia la panificacion ¿sera la misma que tuvo años despues la empresa que llevo el nombre de MAPRICO, hoy ya desaparecida.-