Porque, si hay que definir al padre Raúl “Pato” Perrupato, la única definición que le cabe es esa: un buen tipo.
Y, en el mundo que nos toca vivir, no es poco ser considerado, un buen tipo. Es más, es un honor, en vida, reservado a unos pocos.
Nació un 10 de noviembre de 1931, por Caballito Sur. En una de esas quintas que le dieron el color a nuestro barrio. De chico y adolescente, fueron las calles de Caballito y Flores las que lo vieron ir descubriendo el mundo. Un mundo que se iba haciendo complicado de guerras, modernidad y diversas maldades.
La primaria la hizo en dos escuelas públicas de Flores. La secundaria en el colegio religioso San José, por el barrio de Balvanera.
Luego eligió dos carreras: Abogacía y Filosofía y Letras. Estudió las dos a la vez, pero duró poco. A los 18 años sintió su verdadera vocación e ingresó al Seminario de Buenos Aires.
Pasados nueve años fue ordenado sacerdote en la iglesia de San José de Flores y, ejerció durante un año en la Parroquia de San Antonio de Papua, en el barrio de Parque Patricios.
Vuelve, pasado ese año, al Seminario para desempeñarse como docente y, más tarde, como Superior. Allí permaneció durante ocho años.
Todavía hoy lo recuerda quien fuera uno de sus discípulos, monseñor Aloisio, quien relata: “Siempre preocupado por nosotros, los seminaristas. Siempre escuchándonos, dándonos consejos y conteniéndonos. Veíamos en el a un padre, un amigo, una buena persona”.
Este buen tipo, acaba de cumplir 80 años. De esos 80 años, lleva 52 de sacerdote. Y, de esos 52 de sacerdote lleva 42 en el barrio de Caballito.
Capellán del ISM Dr. Dámaso Centeno, miembro de la Pastoral Secundaria, el padre Pato siempre presente en Santa Julia, el colegio Monseñor Sabelli y en el Dámaso. El padre Pato siempre rodeado de sus mejores amigos, “sus” chicos. Ya sea en una ronda de charlas, en el consejo personal o, con una mochila en la espalda, transitando una senda en la lejana pre cordillera.
Ese buen tipo que no puede caminar más de tres metros por las calles de Caballito sin que lo paren para darle un beso o un abrazo, los adolescentes o los cincuentones que, alguna vez fuero un chico más.
Cumplió los 80 y tuvo, como corresponde; su misa. El jueves 10 de noviembre a las 19.00, tuvo lugar una misa concelebrada junto a monseñor Aloisio y al padre Jorge. Una misa a Santa Julia llena, también como corresponde.
Una iglesia repleta que se munió de paciencia, en cada asistente, para esperar su turno en la larguísima cola, para darle un abrazo a Pato. Ninguno de esos abrazos fueron de compromiso. En todos y cada uno, desde los de los chicos más bullangueros hasta los de los sesentones/as; todos tuvieron la fuerza del cariño sincero. Todos decían a gritos: “¡Pato, sos un buen tipo!”
Pero no será esta suscinta e incompleta crónica la que pueda mostrar quien es el padre Pato, sino que será él mismo, a través de su homilía, leída en la misa de Santa Julia, el día de su cumpleaños, quien lo demuestre:
“Cuando hablo, siempre hago la advertencia de que no tomen en serio mis palabras, a no ser que les esté recitando el credo, tiene sus desventajas, pero también sus ventajas el no saber cuando estoy hablando en serio.
Y hablando de palabras, cuando me puse a escribir algo para esta ocasión, dándome cuenta que se trataba de mis ochenta años, no sabía si correspondía escribir una homilía o escribir mi testamento.
Nada trágico. La duda se originaba porque en estos últimos días la frase que se me cruzaba constantemente por la cabeza era; entrar en la recta final.
No sólo son las estadísticas, en la Biblia, leemos en el salmo 89, refiriéndose a la fugacidad de la vida: “aunque uno viva setenta años y el más robusto hasta ochenta, la mayor parte son fatiga inútil porque pasan aprisa y vuelan”.
La recta final no me deprime, al contrario es un estímulo.
Sino, pregúntenle al que está corriendo una carrera. La recta final es estar cerca de la llegada, allí terminan las tensiones del esfuerzo empleado, las dudas y los temores, es la meta final, es la corona.
Si no me equivoco, cuando el beato Juan 23 se encontraba en su lecho de muerte, le preguntaban si tenía miedo. Y él contestó, rezando el salmo “¡cómo me alegré, cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor!, cómo voy a tener miedo ahora que se cumple esta palabra.
Pero todo esto no significa que me voy a morir ya, puede ser que a los 90 empiece otra recta final.
Pero sí tengo en cuenta lo que también dice el salmo 89: “enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato.
Y, hablando en serio, al cumplir 80 años mi corazón no puede menos que estallar de agradecimiento. Agradecimiento porque si la vida es como una carrera, tengo que reconocer, que sin ningún mérito de mi parte, he corrido siempre con ventaja.
La ventaja que da el haberme sentido amado, desde el primer instante de mi vida. Mi mamá comentaba que siempre le había llamado la atención que yo desde que nací, siempre me despertaba con una sonrisa en mis labios. Y no era para menos, tenía detrás de mí una familia, creo que ya presentía que no había nacido por casualidad, sino que era fruto del amor de mis padres.
Y esa cadena de amor no se ha interrumpido nunca, ese sentirme amado llega hasta hoy, a través de todos ustedes que han querido acompañarme para dar gracias a Dios por estos recién estrenados 80 años.
El conocido autor francés, Albert Camus, decía que la desgracia no era no ser amado, sino que la desgracia era no amar.
Pero yo, con el tiempo aprendí, que nadie aprende lo que es amar, si no sabe lo que es ser amado.
Por algo el apóstol Juan, cuando nos habla del amor de Dios, insiste tanto en que él nos amó primero y en eso hemos conocido el amor.
Por ese motivo son dignos de compasión cuando vamos por la calle y ver tanta gente perdida, sobre todo jóvenes, deambulando por la calle sin salida de la miseria, el alcohol, la droga, la delincuencia. (Ni siquiera debemos salir a la calle, a veces, hasta delante de este Altar podemos verlos) Seguramente no siempre, pero en muchísimos casos, encontraríamos en el misterio de sus vidas, que solo Dios conoce, un único hilo conductor: carencia de amor.
Siempre me conmueve la explicación que daba la Madre Teresa cuando salía a buscar a quienes agonizaban en las calles de Calcuta para llevarlos a morir al lugar que los sacerdotes budistas le habían cedido, allí los aseaba, vestía, alimentaba y le daba los últimos cuidados, “por lo menos, decía, que en el último momento de su vida, sientan que son alguien para los demás, sientan la caricia de alguien que se compadece de ellos, y aunque sea en el último minuto de su vida, se sientan amados”.
Reconozco que sólo por haber sido amado siempre, no me costó intentar ser bueno y compasivo con los demás.
Para finalizar, quienes me conocen saben que soy un romántico, o, tal vez, como dice una de las chicas del coro, chamuyero.
Por eso siempre me atrajeron las poesías de ese gran poeta mejicano, Amado Nervo.
El poeta le habla a la vida, pero quisiera que cambiáramos la palabra vida y la remplazáramos por Dios”.
EN PAZ
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.
…Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas noches de mis penas;
mas no me prometiste tú sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas…
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
Esa homilía nos la puede dar solamente un buen tipo. De esos que agradecen el poder amarnos, el poder ayudarnos, el poder considerarse nuestro amigo.
Mientras la misa transcurría, sobre el altar, un tríptico de la Virgen de Shönstatt presidía la ceremonia. Un pedido especial de Pato, que la imagen que custodiaba el dormitorio de sus padres, lo acompañara en su misa. Un gesto de agradecimiento y de amor para quienes hicieron de él… un buen tipo.
Finalizada la misa, amigos, familiares, vecinos, se trasladaron al patio de Santa Julia. Allí compartieron un brindis por Pato y, hubo también, emotivas palabras de agradecimiento que, una tras otra, aseveraban con ejemplos concretos su bonhomía.
Al día siguiente, viernes 11 de noviembre, fue la comunidad del Dámaso quien le festejó los 80 años. En el salón comedor del Instituto, el padre Perrupato sopló las velitas de una torta que, como el pan, fue compartida por todos sus amigos.
Unos merecidos festejos para quien se ganó, a fuerza de cariño, el amor de todos aquellos que lo conocieron.
Por eso, cuando se ve, caminando por las calles de Caballito, a ese tipo con nariz de boxeador y mirada afable, a ese al que todos saludan. Se puede tener la seguridad que ahí va… un buen tipo.
¡Feliz cumpleaños Pato! Te deseamos desde Horizonte.
Hermosa y emotiva Nota! Desde Marcos Juárez-Pcia de Cba- Estoy muy contenta por el reconocimiento para un buen tipo…
Merecido homenaje y una emotiva nota. Auténticamente es UN BUEN TIPO.
Que hermoso reconocimiento! Que lindas palabras! Un homenaje lleno de amor y gratitud,cosas que solamente un BUEN TIPO puede cosechar.
Como dice mi nieto: «Cuántas veces va a cumplir Pato 80 años?».
y esto se debe a que los que tanto lo queremos, todavía estamos festejando la alegría de saberlo sano y con la eterna sonrisa en los labios. GRACIAS por hacernos tánto bien y acordarse siempre de todos!