Ser vecino del barrio de Caballito significa compartir un sentido de pertenencia. Significa vivir en uno de los barrios con mayor encanto de la ciudad.
Caballito es un lugar, donde conviven la tradición y el progreso. Donde, una puesta de sol, pinta de naranja las viejas casas de principios del siglo XX y, proyecta las sombras largas de los edificios que crecen hacia el cielo.
Un barrio que comparte el perdido traqueteo de un tranvía, con la premura de un tráfico intenso.
Caballito nos brinda las tardes adormecidas, casi bucólicas, de sus parques y, los estridentes sonidos de la avenida Rivadavia.
No sólo es el centro de Buenos Aires, es su corazón.
Es, en sí mismo, el equilibrio tranquilo de una clase media con valores y tradiciones culturales que le dan al barrio su personalidad.
Ser caballitense es sentirse orgulloso de vivir en un barrio que cumple 196 años. Uno de los más antiguos de la ciudad. Superado por los fundacionales barrios céntricos y, por los viejos pueblos de extra muros: Flores y Belgrano.
Ciento noventa y seis años de historia. Esa historia que escribió y escribe, todos los días, la gente común, el vecino.
Vecinos que, a la vez, cuidan y respetan sus orígenes y su patrimonio. Que preservan sus espacios verdes, las viejas construcciones emblemáticas, los monumentos, las tradiciones y costumbres.
Nosotros, los vecinos, estamos construyendo un Caballito para dentro de otros ciento noventa y tantos años.
Por eso tenemos ciento noventa y seis razones de orgullo, porque somos caballitenses.
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