Esta historia comienza con uno de los tantos inmigrantes italianos que arribaron a nuestro país después de la II Guerra Mundial. Luego de cinco años como soldado, Cesarino Fava, nacido en Malé (Trento) en 1920, el penúltimo de once hermanos, se embarca como ayudante de maquinista, rumbo a la Argentina en 1952.
Deslumbrado por la abundancia casi opulenta de nuestro país, Cesarino trabajó como albañil un tiempo, y más tarde, atraído por su pasión por la montaña, se trasladó a Bariloche donde se empleó como ayudante de cocina, ascendiendo hasta pastelero.
Según su propio testimonio: «No daba crédito a mis ojos, en 1952 Argentina era el país de la abundancia y Buenos Aires era la Ciudad del Oro. En los restaurantes te traían enormes cantidades de comida y con un día de trabajo podías vivir bien una quincena. Había carne en abundancia y un despilfarro de cosas, además para encontrar trabajo, no había ningún problema».
Antes de instalarse en Bariloche, Fava fundó la filial del Club Alpino Italiano en Buenos Aires.
Impactado por la Cordillera de los Andes, escaló el Aconcagua en 1953. En momentos del descenso se detuvo para rescatar a un escalador quien fuera abandonado por su guía. El esfuerzo y el tiempo empleado en el rescate provocaron el congelamiento de los dedos de ambos pies de Cesarino. Luego de dos meses de internación, le fueron amputados los dedos de los pies. Por su heroica acción fue condecorado por el presidente Perón en un acto donde estuvo presente el embajador de Italia.
Relata Fava: «El presidente me preguntó: ¿Cómo piensa ganarse la vida ahora? ¿Qué puedo hacer por usted, que quiere?
-Un kiosco, respondí. Deme la concesión para instalar un kiosco.
– «¿Nada más?, me preguntó Perón, sorprendido, quizás esperando algún pedido más extravagante»
Así, se instala un kiosco con exclusividad para la venta de Coca Cola en la salida del Subte «A», en la Plaza Primera Junta. «Trabajaba muchísimo, había gran cantidad de público y las ventas eran excelentes. Pero, una desgraciada mañana, quizás había despertado la envidia de alguien, encontré el local quemado.»
Volver a instalar el local y renovar los permisos se hacía muy complicado, pero Cesarino no se doblegó, con su espíritu de montañista, empezó de nuevo. Instaló un criadero de pollos a cincuenta kilómetros de la Capital.
En 1959 retomó su pasión por las montañas y junto a dos amigos, Egger y Maestri escalan y hacen cumbre por primera vez en el cerro «Torre» (El Chaltén), considerado el más difícil del mundo por los montañistas. En la expedición muere Egger.
A finales de los ’70, Cesarino Fava regresó a su país, donde siguió practicando el montañismo en su región natal, las Dolomitas, usando calzado confeccionado a medida.
Hace diez años el alpinista italiano fallecía en la villa transalpina de Male, dejando tras de sí una huella imborrable en el alpinismo italiano y sudamericano. Un ejemplo de vida, un héroe, alguien que ya forma parte de la historia de Caballito.
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